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Conducir en el Suraccidente (segunda parte)

Es también como rodar sobre un espejo porque la lluvia se ha quedado pegada al asfalto y aún en los días más soleados el firme brilla igualmente y si te fijas, mientras conduces, en él se reflejan de manera nítida episodios de tu vida (y así viajar en el espacio se vuelve también un viaje en el tiempo que no te esperabas).

Si pasas sobre un bache y salpicas a algún peatón que camina por el arcén, junto a la carretera, ocurre algo asombroso, rápidamente experimenta un «déjà vu» sobre algo que tú has vivido anteriormente y, aunque no pueda reconocerlo al ser su vida otra diferente, se queda igualmente maravillado al recibir un inesperado impacto de humedad y ficción. Una vida entra en otra vida de manera súbita y fría pero vamos, como cuando lees un poema que te conmueve o escuchas una canción que parece que han escrito para ti. Esto ha generado que muchas personas se sitúen en los márgenes de los trayectos de la carretera más deteriorados los días de tormenta para conseguir evadirse por momentos de su propia realidad a golpe de ósmosis. En algunas esto ha llegado a generar una adicción, llegando a tener que intervenir las fuerzas de seguridad en varias ocasiones para despejar la zona.

Pero lo más fascinante que encontrarás en el suraccidente es la fauna que también ocupa los caminos, a pesar del riesgo que supone para sus vidas (y para la tuya en ocasiones). Tejones, zorros, osos, comadrejas, jabalíes, gatos, vacas y diversos tipos de aves pueden cruzarse en tu trayecto cuando menos te lo esperes, especialmente por la noche y te recuerdan de esta manera que el territorio no tiene dueños sino habitantes y que bajar la velocidad, prestar atención y ceder el paso es una buena recomendación, en general, para la vida, el ego y la supervivencia. Puestos a hablar de animales hagamos una fábula para cerrar esta entrada. Ya hemos llegado.

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