En vez de las uñas de los pies, últimamente apenas me crecen, me veo obligada a cortarme las raíces, desde no hace mucho tiempo me han salido en la planta de ambos pies unos bultitos que se retuercen, extienden y agarran al suelo con fuerza cuando camino. Y sí, son de madera, a pesar de que no soy un árbol, o eso creo. Es verdad que siempre me moví mucho, he trabajado aquí y allá y a pesar de que ya tengo una edad parece ser que mi sino o mi elección inconsciente me lleva a lugares donde antes no había estado y claro, mi facilidad de siempre para echar raíces se ha vuelto literal desde hace aproximadamente un año. Es como si mi cuerpo estuviera cansado de tanto viaje y movimiento y cual enfermedad autoinmune se rebelara contra sí mismo desarrollando esta especie de tubérculos para obligarme de alguna manera a parar. Y así ando por la vida con mis pies patateros, cuidándome de llevar sandalias, por el tema de la estética, principalmente. El caso es que si dejo que las raíces crezcan demasiado, empiezo a tropezar y he llegado a perder el equilibro y hasta a caerme en alguna ocasión. Sin duda el propósito de esta novedad en mis extremidades inferiores es el obligarme a parar, asentarme y permanecer en un lugar durante más tiempo del que nunca haya sido capaz, la intención parece buena pero sinceramente, no son formas ni maneras. Considero que la pertenencia está sobrevalorada y que una puede sentirse de muchos lugares diferentes al que la vio nacer y no voy a hablar de cuestiones culturales, aspectos socio-económicos, políticos o identitarios, tampoco de modas o apologías postmodernas para explicar esto. En mi caso lo que me ocurre se debe a un problema de empatía exacerbada, tanto ponerme en el lugar del otro para intentar entender su situación hace que me cueste volver al que antes ocupaba yo y cuando me doy cuenta ya me siento como de otro lugar, de ese al que hace no mucho que acabo de llegar. Ya contaba algo parecido Woody Allen en la película «Zelig», donde su personaje lograba mimetizarse en pocos segundos con la persona que tenía al lado. En todo caso yo entiendo que esto es una gran paradoja, que me salgan raíces teniendo tanta capacidad para arraigarme en cada nuevo lugar que visito es en el fondo como una broma. Por ahora lo soluciono como puedo, no con podologías ni pedicuras, utilizo principalmente limas y lijas y cuando se me escapa el problema de las manos, digo de los pies, acudo a un ebanista o carpintero porque tienen mejor herramienta e incluso a veces además de cortar por lo sano me tallan algo bonito en el empeine, cual tatuaje, haciendo de la necesidad virtud. Bueno, de nuevo me tengo que ir, hasta pronto.